Sentía la impotencia de huir, saltar, brincar y
chillar sin emitir un grito que penetre en los oídos de la multitud en la que
se encontraba. Romper la magia del momento con una lágrima, la sonrisa o
incluso con el llanto. Darle la oportunidad al niño que lleva aún dentro, antes
de ser arrestado por los límites de la sociedad. Perder todas las batallas en
las que combatía su madurez por dejar su pasado atrás, y ver más allá del
presente. Quería soñar despierto, dormido, siempre; y que el tiempo no sea un impedimento.
Ni una acritud. Poner los pies en el suelo mientras sea la cabeza quien flote
entre las nubes, y los pájaros vuelen sobre ella. Dejar de acariciar el aire
limpio que respiramos con la suela del zapato. Esperar el siguiente mandato,
aunque se encuentre por encima de nuestro interés... o, satisfacción.
Hay
normas que sólo se llegan a cumplir si las evitamos.
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